viernes, 5 de abril de 2013

It's a wonderful, wonderful life.


Hay que darse cuenta de que la vida no va a ser siempre como queremos que sea. Que ahí fuera hay buenos y malos, gente que nos ayudará y gente que querrá vernos caer. Que habrán piedras, miles de piedras, y seguramente tropezaremos unas cuantas veces con la misma. Que no todas las mañanas va a salir el sol, y que cuando la vida se ponga a llover seguramente no llevaremos paraguas. Que como dice la famosa cita, “hay que aprender a bailar bajo la lluvia”. Hay que darse cuenta de muchas cosas. La vida no es rosa, ni azul, es el color marrón mierda aquel que nos salía cuando de pequeños mezclábamos plastilina de todos los colores esperando que nos saliera el arco iris. Pero hay que aprender a ver lo bonito en ese color marrón mierda.
Que después de cada subida hay una caída en picado. Y después de cada tormenta, unos momentos de calma. La vida es así.
Siempre tendrás el peinado más bonito de tu vida cuando estés a punto de acostarte. Siempre te tocará a ti la máquina de billetes que no funciona y te acabarás perdiendo el tren.
Hay que aprender a vivir con lo que la vida nos eche, disfrutar de lo pequeño, de los detalles bonitos. Poder poner los pies en el asiento de delante sin que te pille el revisor, un café caliente en las mañanas de frío, las duchas heladas en pleno agosto, despertar sin despertador. Observar esa sonrisa pillina que te regala una persona desconocida, que la del Mercadona te de cambio de más.
Hay que reírse de la vida, aprender a bailar debajo de la lluvia. Disfrutar del pelo mojado cuando nos dejemos el paraguas, valorar que el tren pasa más de una vez, ir más lentos para que cuando nos tropecemos con la piedra (sí, esa de siempre) por enésima vez, nos hagamos menos daño.

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